Hayao Miyazaki y el Estudio Ghibli: un lenguaje simbólico para el s.XXI
Sobre la filosofía y el legado del aclamado director Hayao Miyazaki
HISTORIA/FILOSOFÍA DEL ARTEENSAYO
Hoy más que nunca es imprescindible hablar de figuras como la de Hayao Miyazaki y su trabajo, pues más allá de ser considerado una leyenda viva por sus creaciones y éxitos cosechados, en nombre propio y del anime (dibujos animados japoneses), existe una historia humana y creativa, al margen de la aclamada figura pública, que es a mi juicio, inspiradora y de una necesaria actualidad. Una historia de tolerancia y adversidades, de decepciones y de poesía, que se resume en su trabajo a través de hermosos mensajes que aprender mientras trucos, palabras, personajes, emociones, luces o colores nos entretienen y le dan alas a nuestra imaginación para viajar a otros mundos, incluido el interior.
Nuestro protagonista nace en Japón en enero de 1941 en plena II Guerra Mundial y a las puertas de la participación en ella de su país. Toda su infancia y juventud estarán estigmatizadas por las secuelas de la post-guerra, que irán desde el sentimiento colectivo de haber sido derrotados, pasando por las miserias, las hambrunas, hasta la frustración de no entender porque los dirigentes del país Nipón se embarcaron en una guerra innecesaria y sin sentido para la mayoría de japoneses. Miyazaki siempre ha criticado y condenado la guerra y sus “por qué”, y en cierta forma esa postura ha estado presente en muchas de sus películas a través de la figura de los adultos, personajes sin escrúpulos ni conciencia, rodeados siempre de destrucción, ambición y egoísmo.
Trasladado a Kanuma a la edad de 5 años, donde su familia tenía su empresa familiar dirigida por su tío, “Miyazaki airplanes”, su juventud, vinculada a las secuelas de una guerra mundial, contrabalanceará esa gris y asfixiante realidad con su pasión por la literatura y los cómics, especialmente con los géneros de fantasía y ciencia ficción. Y ésta temprana relación entre mangas y libros será la primera razón destacable del posterior éxito de Hayao Miyazaki, es decir, su íntima relación con los clásicos. Éstos son para él, y para muchos creadores, una fuente crucial de inspiración, pues es en donde se halla gran parte del valioso legado de conocimientos, sabiduría, imaginación y valores humanos que gracias a grandes artistas, sabios y figuras destacadas de la historia, poseemos todos como un incalculable tesoro. Los clásicos son nuestro patrimonio intangible como humanidad.
La obra de Miyazaki esta repleta de referencias, de guiños y de ese magnético y hermoso perfume que tienen los clásicos, como por ejemplo: Saint Exúpery, El Ramayana, Los viajes de Gulliver, La Isla del tesoro, Julio Verne, los cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm, El libro de la selva, Alicia en el país maravillas, Mitología china, cuentos rusos y tibetanos, Ovidio, La odisea, Shakespeare, Dune, Hokusai, Millais, Moebius, Richard Corben, Kurosawa…
De su relación con los clásicos entresacamos dos grandes virtudes en la obra de Miyakzaki, la primera está en su utilización como inspiración y trampolín para crear algo nuevo, brillante y genuino, que a su vez formará parte del elenco de obras inmortales a las que tanto ha querido. La segunda está en la utilización de los valores que contienen y resguardan, valores que día a día, se alejan de las sociedades y del mundo moderno, y que Miyazaki rescata una y otra vez para reactualizarlos y darles un nuevo protagonismo entre las jóvenes generaciones. Se tratan de valores como la amistad, la compasión, la cooperación, los actos heroicos, el sacrificio, el respeto a la vida y a la naturaleza…
Su vida profesional inicial es bastante turbulenta ya que no acaba de encontrar su lugar ni la libertad para hacer el trabajo que está predestinado a crear. Tanto en la Toei doga, donde es iniciado y aprende el oficio, como en la TMS o en Nippon animation, donde dirige su única serie de anime, “Conan, niño del futuro” (una obra extraordinaria), no está del todo a gusto, y si hablamos de su paso por la A-pro, la situación se vuelve crítica.
Toda esa presión desaparece cuando se funda el Estudio Ghibli, cuyo nombre está inspirado en un viento sahariano que puede llegar a velocidad de huracán (y también nombre de un avión italiano de la segunda guerra mundial). Y ese fue el espíritu, un huracán que creará una revolución conceptual, ontológica y creativa que le dará una nueva dimensión al anime.
El inicio de los primeros dibujos animados de la historia fue toda una épica aventura técnica y creativa, desde la primera aproximación de Emile Reynaud con el praxinoscópio y sus “pantomimas luminosas”, hasta llegar al comienzo de todo con el cinematógrafo de los hermanos Lumière y las primeras animaciones históricas: “Fantasmagorie” de Émile Cohl (1908), y “Gertie el dinosaurio” del titán Winsor McKay (1914), padre y madre de todo el universo animado que vendrá después.
Miyazaki hereda en cierta forma todo ese espíritu aventurero de los primeros animadores, creadores de una nueva manera de contarnos historias a través de ideas y emociones hechas dibujos en movimiento. Él, junto a su inseparable mentor e inseparable amigo Isao Takahata y Toshio Suzuki, al fundar el estudio Ghibli, lo hacen bajo ese espíritu, consiguiendo un impulso y una impronta para el anime, parecidos a la conseguida por el espíritu inicial de su homólogo norteamericano, Walt Disney, uno de los grandes referentes para todo el universo de la animación. La referencia es la de aquel Disney que en su momento revolucionó y le dio alas al sector, un espíritu proactivo y creativo lejos de la realidad industrial, comercial y estereotipada que vive hoy su compañía, como si de un sueño roto se tratase.
Miyazaki inicia el estudio Ghibli de la misma manera, y parte con la ventaja de que él ya ha vivido la “industrialización comercial” del anime trabajando para la todopoderosa Toei Doga, “la Disney japonesa post-Walt”. Esto hará que su trabajo nunca esté supeditado al aspecto comercial, sino a contar historias que transmitan un mensaje útil y hermoso, aunque sea triste o nos enoje, o aunque la compañía esté al borde de la quiebra, como sucedió en varias ocasiones.
También su divorcio con una de sus fuentes de inspiración el “Manga no Kamisama” (Dios del manga) Osamu Tezuka, influye en su trabajo a la hora de no caer en los dos grandes defectos, para él, de Mushi productions y su creador: Primero la producción en cadena de dibujos, limitando la calidad, expresión y movimientos de éstos (pasa de los 12 fotogramas por segundo impuestos por la “Blancanieves y los 7 enanitos” de Disney, a 2-3 f/s). Y segundo, rompe la influencia y “vasallaje” hacia el arte de Disney que Osamu Tezuka adoptó (Astro boy – Kimba), para crear algo nuevo, incluso mejor, y dejar de vivir a la sombra estética y narrativa de la industria norte-americana (paradójico es pensar que será posteriormente ”la Disney” quién imite a Osamu, plagiando episodios y pasajes de la historia de su león Kimba, para crear el Rey león).
El estudio Ghibli tiene un comienzo modesto, y va creciendo película a película. Pero será “La princesa mononoke” la que dé el salto a occidente y lo conquiste, gracias a la inestimable ayuda de MIRAMAX (en posesión de Disney), y a pesar de todos los conflictos vividos, sobretodo por el deseo de Dream Works de “adaptar y amoldar” el trabajo de Miyazaki a los estereotipos occidentales. Algo que por fortuna no consiguieron.
Tras Mononoke, llega el Óscar por “El viaje de Chihiro” y la incesante fama con hermosos proyectos hasta “la primera” retirada de Miyazaki en 2014, (habían habido ya, y habrían más posteriormente) consecuencia del cierre del estudio… hasta que se reabre en 2017, cuyo resultado ha sido la película “El chico y la garza” (2023) ganadora de su segundo Óscar a la mejor película de animación.
Occidente ya conocía el cine anime, Katsuhiro Otomo fue el primero en conquistarlo con “Akira” (1988), siguiéndole Mamoru Oshii con la increíble “Ghost in the Shell” (1995) y posteriormente Satoshi Kon con su escalofriante “Perfect Blue” (1997). Pero Miyazaki marca una notable diferencia de taquilla y éxito. Y la pregunta es, ¿Por qué?...
Las claves del brillante trabajo de Miyazaki son muchas, podemos destacar 3 de ellas, imprescindibles para entenderlo a él y a su trabajo.
En primer lugar, Hayao entiende que vive una época de pobreza espiritual, sin embargo el esfuerzo común parece centrarse en la pobreza material, que se inicia con un Japón derrotado y empobrecido durante la postguerra, y que se contagia de la cultura del bienestar y el “tener” occidentales. Por ello quiere hacer conscientes a las nuevas generaciones de los problemas que les rodean, y hacerles críticos ante ellos para poder solucionarlos. Problemas como: La destrucción y contaminación de la naturaleza; una sociedad mercantil y tecnológica que adormece e impide tomar conciencia y responsabilizarse del bien individual y colectivo; la ambición, la búsqueda de poder o la supremacía; las malas acciones que afectan a la convivencia y al conjunto de la sociedad; o el desinterés por las tradiciones y las raíces culturales… son algunas de las lacras que señala y que mantiene muy presentes en su obra.
En segundo lugar destacar la importancia que da en todo momento a la identidad de los personajes, a su psicología individual y colectiva dentro del contexto de cada historia. Propone mostrarles a las nuevas generaciones el gran potencial que existe en su interior, el cual, nunca debe de ser corrompido, pues las acciones fruto de ese potencial pueden cambiar el curso de la historia y solucionar los problemas que azotan al mundo, y a los de uno mismo.
Establece siempre tres roles muy definidos: Los niños y jóvenes como portadores de la esperanza y del cambio, los adultos como portadores de los defectos del mundo actual y la corrupción, y los ancianos como sabios y custodios de la tradición. Enmarca al personaje heroico entre dos mundos, uno inmanente y otro trascendente. En el inmanente está la búsqueda de uno mismo, la superación personal, el crecimiento, la búsqueda y lucha por los ideales, la convivencia y la compasión. En el plano trascendente estaría el contacto con lo sagrado y lo mágico, con la historia, la tradición y el nexo de unión con las creencias ancestrales que nos definen como civilización y seres humanos.
Uno de los sellos psicológicos y genuinos de Miyasaki está en que el reto de sus héroes no radica en destruir al enemigo sino en entenderlo, aceptarlo e integrarlo. Su personaje heroico suele habitar con dos realidades que debe armonizar, por ello, él cree que esta manera de enfrentarse al mundo y sus adversidades es más propia del género femenino, por eso ellas son sus perfectas y aclamadas protagonistas (en "El chico y la garza" le da una oportunidad al género masculino).
Por último, cabe destacar la importancia que Miyazaki da a la tradición y a la cultura ancestral, en su caso destaca la japonesa. Expresa esto como un sello de identidad del individuo y de sus raíces, conformando unos valores necesarios e intrínsecos para el desarrollo tanto del individuo como de la sociedad. Su obra está plagada de Shintoismo, de Zen y de distintos elementos animistas que nos acercan a las tradiciones como fuente de formación e inspiración para avanzar hacia un futuro mejor.
Hayao Miyazaki utilizando sus historias bajo los mismos principios filosóficos del “Cuento maravilloso”, o del “Monomito” de J. Campbell, ha sido capaz de conquistarnos y de dejarnos un legado repleto de arte, belleza e imaginación, a la vez que un mensaje crítico y esperanzador sobre el poder que sustentan las nuevas generaciones para ejercer el privilegio y el derecho de un cambio global para una sociedad y un mundo mejores.