LA AMARGA CONFESIÓN "de PABLO PICASSO"

Entrevista de GOG a Pablo Picasso, publicada en "El libro negro" (1951) GIOVANNI PAPINI.

ENSAYOHISTORIA/FILOSOFÍA DEL ARTE

Gil Miró / Giovanni Papini

1/3/20255 min read

Todos lo soñamos y creímos... ingenuos, "La amarga confesión" de Pablo Picasso no salió nunca de sus labios, por lo menos tal cual la publicó el gran Papini en sus ficticias entrevistas a personajes de interés, realizadas por su singular personaje (me atrevería a decir que en muchos aspectos, su alter ego), mister GOG.

Queda flotando una condescendiente resistencia a la verdad, pero poéticamente insumisa ante la amalgama de intrigas, posibilidades y especulaciones; Que si el texto está basado en una carta que el propio Picasso escribió a Giovanni; Si Papini conoció o no realmente a Picasso; Si el texto parte de una conversación mantenida entre los dos y que el prolífico y polémico escritor italiano utilizó para escribir sobre el pensamiento de Picasso; Que si las palabras o el pensamiento no eran de Picasso... ¿por qué nunca lo denunció o dijo nada sobre ello en contra? (ni a favor). Tengamos en cuenta que además del eco en la prensa nacional, éste llegó hasta periódicos de Nueva York, entre otros países; O que el pintor, ante la polémica u otras cuestiones, arrepentido, solicitó a su amigo escritor eliminar todo rastro de sus ideas o de su confesión, tramando premeditadamente una ficción literaria sobre algo que en verdad ocurrió...

Nada está probado al respecto hasta el momento... Salvo que sí se conocieron ("Obras completas" Giovanni Papini. Tomo I, página 156. Ed. Aguilar, 1957) y profesaron algún tipo de amistad, por lo menos de esas en la que, conociendo a ambos, sobre todo a Papini, las buenas conversaciones no debieron faltar.

Pero más allá de todo este enredo, y del casi erótico deseo para algunos de que todo fuera verdad, centrémonos en el texto... El escrito de Papini es tan brillante e incisivo sobre la psicohistoria y la ontología del arte tradicional, en contraposición con el arte de vanguardias del s. XX, que tiene un valor, "casi", repito, "casi" tan importante como si hubiese salido del pintor Malagueño. Es claro, directo, pedagógico, revelador y muy difícil de explicar de una forma tan perfecta y elocuente con tan pocas palabras. Es una de esas reflexiones que comulga con el pensar de tanta y tanta gente devota y amante del arte y la cultura tradicional, inclusives aquellos muchos o pocos que podrían empatizar también con algunos de los conceptos, ideas y movimientos dentro del propio y diverso arte de vanguardias, pero, está claro, menos creyente de su contemporánea expresión e identidad.

El texto de Papini es en sí mismo un manifiesto a favor del ARTE clásico, y en contra de determinados sectores, ideas y personajes que lo prostituyeron y crearon un nuevo modelo de negocio y especulación, envenenándolo con decadencia y egocentrismo, mientras se dejaban por el camino su ser más profundo, su alma. Y sí, "destiladores de quintaesencias" es una ingeniosa y adecuada manera para referirse a ellos.

De ahí el afán de tantos en creer que el contradictorio texto perteneció a una figura tan notoria como la de Picasso... un duro golpe. Y por ello también la persistencia en convertirlo en un dogmático axioma inquisitorial en contra de una gran parte del arte actual. 

Pero al margen de fanatismos y manipulaciones, muchos de los que creemos en un concepto de arte más profundo y relevante para el crecimiento cultural e incluso espiritual del ser humano y nuestras futuras sociedades, y en contra de la mediocre, estúpida y estéril frivolidad de algunos sectores del arte contemporáneo y sus encantadores de serpientes, no podemos menos que celebrar la reflexión de Papini, al margen de si Picasso tuvo algo que ver con ella o no. Por ello nos sentimos agradecidos de ese elocuente e incisivo pensamiento compartido, y de la libertad de poder divulgarlo sin complejos.

Esta es "la confesión", digamos del pensar de un artista y de parte de una sociedad. Y efectivamente, es amarga:

"Cuando era joven tuve, como todos los jóvenes, la religión del arte, del gran arte. Pero más adelante, a medida que pasaron los años, me di cuenta de que el arte, tal cual fue entendido hasta el siglo XIX inclusive, ya está concluido, moribundo, condenado, y que la llamada «actividad artística», con la misma abundancia que ostenta, no es más que la multiforme manifestación de su agonía. A pesar de las apariencias en contrario los hombres pierden más y más el afecto hacia las pinturas, las esculturas y la poesía. Los seres humanos de ahora han puesto su corazón en cosas completamente diversas: máquinas, descubrimientos científicos, riquezas, dominio de las fuerzas naturales y de las extensiones de la tierra. Ya no sienten el arte como una necesidad vital, espiritual, como sucedía en los siglos pasados. Muchos de ellos continúan actuando como artistas y ocupándose del arte, pero lo hacen por razones que poco tienen que ver con el verdadero arte, lo hacen por espíritu de imitación, por la nostalgia de la tradición, por la fuerza de la inercia, por amor a la ostentación, al lujo, a la curiosidad intelectual, por seguir la moda o por cálculo. Por hábito o por «esnobismo» viven todavía en un pasado reciente, pero la inmensa mayoría, tanto de la clase elevada como de la inferior, no siente una sincera y cálida pasión por el arte, al que considera, a lo más, como una expansión, una diversión o un ornamento. Poco a poco, a medida que las nuevas generaciones se enamoren de la mecánica y de los deportes, se vuelvan más sinceras, mas cínicas y más brutales, dejarán el arte en los museos y bibliotecas, como restos inútiles e incomprensibles del pasado.

¿Qué puede hacer un artista que, como me ha sucedido a mí, ve con claridad ese próximo fin? Sería un esfuerzo demasiado duro cambiar de ocupación, además de peligroso desde el punto de vista alimenticio. Para él no quedan más que dos caminos: procurar divertirse y procurar ganar dinero.

Desde el momento en que el arte no es más el alimento que nutre a los mejores, el artista está en libertad para desahogarse, según su talento, en todas las tentativas de fórmulas nuevas, en todos los caprichos de la fantasía, en todos los expedientes del charlatanismo intelectual. El pueblo ya no busca en el arte consuelo y exaltación, pero los refinados, los ricos, los ociosos, los destiladores de quintaesencias, buscan lo nuevo, lo extraño, lo original, lo extravagante, lo escandaloso. A partir del cubismo yo he contentado a esos señores y a esos críticos con todas esas mudables singularidades que me han venido a la cabeza, y cuanto menos las comprendían más las admiraban. A fuerza de sobrepasarme en esos juegos, con esas obras funambulescas, con los rompecabezas, arabescos y demás cosas, llegué a ser célebre con bastante rapidez. Para un pintor, la celebridad significa ventas, ganancias, fortuna, riqueza.

Ahora, como ya sabe usted, soy célebre y soy rico. Más, cuando estoy a solas conmigo mismo no tengo valor para considerarme un artista en el sentido grande y antiguo de la palabra. Verdaderos pintores fueron Giotto y Ticiano, Rembrandt y Goya... yo no soy más que un bufón público que ha comprendido su tiempo y ha aprovechado, lo mejor que ha sabido hacer, la imbecilidad, la vanidad y la ambición de sus contemporáneos. Esta que le hago es una amarga confesión, más dolorosa de lo que le pueda parecer, aunque tiene el mérito de ser sincera."

Giovanni Papini. "Il libro nero - Nuovo diario di Gog" . 1951.