LA TRANSICIÓN PICTÓRICA DE 1900: De lo tradicional a una nueva realidad
Del canon tradicional y el impresionismo, al arte contemporáneo y un nuevo concepto de realidad
HISTORIA/FILOSOFÍA DEL ARTE
Dos corrientes, el canon artístico tradicional y los nuevos movimientos surgidos a partir del Impresionismo, como antesala de los “ismos” del siglo XX, protagonizaron una verdadera transición artística sobre la ontología del arte y su papel en la sociedad y culturas venideras.
Ésta comenzó a fraguarse en la mentalidad de finales del s. XIX y con la aparición de los Impresionistas (1874), y acabó por manifestarse a principios del s. XX, tras los “jinetes azules”, los primeros manifiestos de los pintores futuristas (1909-1910), el neo-impresionismo y la aparición del expresionismo alemán.
Hablar de aquella transición artística es hablar de una etapa que quedó atrás, y un nuevo periodo que definió y moldeó un nuevo lenguaje para el arte del s. XX,. No sin problemas, ya que el cambio de ciclo fue claramente traumático. Pues ambos mundos, el pasado y su canon académico y ante la renovación y el cambio, sufrieron de falta de aceptación, apatía e incomprensión mutua.
Por un lado, lo tradicionalista y sus defensores se estancaron en un anacronismo enquistado gracias a una falta de renovación y frescura académica. Al igual que de una ideología que reforzara su legado y lo transportara hacia el futuro, sobre todo tras ser abortada la esperanza de cambio que prometía ser, como inicio, el Romanticismo. Todo ello derivó en una incapacidad de adaptación y asimilación a los nuevos tiempos.
Por otro lado, los nuevos artistas del s.XX crecieron y evolucionaron con una fanática apatía y negación hacia todo aquello que significara tradición o pasado, juzgando únicamente las capas más superficiales, sociales y rancias de una tradición cuya ontología y experiencia. Y claramente superiores gracias a sus prolíficos y monumentales testimonios, eran la perfecta fragua y simiente para evolucionar y generar el necesario y natural cambio esperado.
Ese declarado alejamiento es el que los conducirá a experimentar con nuevos lenguajes plásticos (en algunos casos totalmente antagónicos a la epistemología de los valores artísticos conocidos, lo que generó rechazo e incomprensión), que harán de su trabajo una desesperada búsqueda de algo nuevo que los desmarcara del yugo académico y los identificara como un nuevo arte para el S. XX.
Todo esto sucedió en un momento histórico que también sufría una transición de siglo con un convulso cambio de paradigma a través de la industria, la tecnología, la economía, el comercio y la política.
En muchos casos, es el Arte el capaz de generar una revolución cultural y social que producirá profundos cambios en la idiosincrasia de una civilización, pero en ese periodo histórico (finales del S.XIX y principios del S.XX) fue una política mercantilista, unida a un desarrollo tecnológico e industrial, y por ende, económico, lo que ayudó a provocar esa traumática transición artística en cuyo seno también existía una lucha de clases unida a los nuevos cambios antropo/sociales.
Comprender la cosmovisión del s.XIX es fundamental, no solo para entender los cambios en el mundo del arte, sino también para ubicar la trayectoria que posteriormente mantuvo el s.XX. y los “ismos” que surgieron de él.
Por eso nos encontramos con un periodo histórico en plena ebullición. Por un lado, aparecieron las clases sociales que se hicieron fuertes en sus intereses particulares, aglomerándose en las grandes ciudades que crecieron y evolucionaron de forma sorprendente mientras las luchas entre sectores políticos, sociales, empresariales, naciones y credos, se convirtieron en algo cotidiano y propio de las nuevas teorías darwinistas; en las que el hombre, como animal, ejercía su instinto de supervivencia en base a la ley del más fuerte.
Por otro lado, las revoluciones industriales y la mentalidad de progreso, unidas al capitalismo y a una ciencia positivista, que tras mostrar las maravillas técnicas que podía conseguir el ser humano, se puso al servicio de intereses comerciales, prometiendo una sólida felicidad fundamentada en ese tecno/progreso que nos iba a ofrecer bienestar en el trabajo, un capital privado que aportaría seguridad, y una libre y abundante capacidad para consumir. Lo que nos haría seres libres, con acceso a múltiples posibilidades con las que la humanidad jamás había contado. Y con todo ello, el ser humano se iba a convertir en dueño de sus deseos y aspiraciones.
El mundo se aceleró y el arte no hizo otra cosa que sumergirse en toda esta vorágine de acontecimientos, reflejando el alma de una sociedad materialista a la que se le prometió la felicidad; sin haberse todavía adaptando a un mundo en construcción, y sin entender aún qué tipo de consecuencias y responsabilidades tendrían que asumir.
Además, la aparición de la instantánea fue una influencia decisiva y concluyente en la transición artística pictórica, con ella apareció la fijación de movimiento y la representación de lo real a través de la luz.
La fotografía desalentó a las nuevas generaciones de pintores y estos se preguntaron cuál iba a ser su papel en el futuro. Primero fueron los retratos, que la fotografía acaparó, ¿ocurriría lo mismo con el resto? Pero surgió una posible salida, buscar aquello que la instantánea no podía reflejar; utilizar el color y desmaterializar las formas como medio de competir y adecuarse a los nuevos inventos tecnológicos que estaban redescubriendo nuevas maneras de entender y observar la realidad.
De esto se entresaca uno de los grandes axiomas del arte de vanguardias, lo real está sujeto a la percepción visual y que puede variar según las condiciones físicas de lo observado y el estado emocional del observador.
El arte se adecuó a esa nueva premisa perceptiva y a una libre arbitrariedad. La imagen se aceleró gracias a la rapidez urbana y se buscó una desmaterialización como exclusividad y alejamiento de la técnica tradicional, mientras el artista se convertía en un utópico buscador de respuestas para los intereses individuales y colectivos.
Lo real podía ser era algo más que lo perceptible por los sentidos, y de estos ya se iba a encargar la fotografía. Así que apareció la interpretación subjetiva y totalmente arbitraria que distorsionó la realidad a gusto del artista, según su recién adquirida licencia de libre interpretación subjetiva.
Nació entonces una necesidad de conocer y profundizar sobre el sentido y manifestación de aquello llamado “realidad”, al igual que hacía la ciencia, pero desde otro punto de vista, el artístico, regresando a una concepción puramente leonardiana al igual que la platónica, de encontrar las esencias. Pero a diferencia de la ontología filosófica de ambos genios, lo hicieron desde un ámbito sensorial, racional y emotivo, alejado de toda ética y reflexión filosófica, al igual que de toda espiritualidad o trascendencia.
El artista se volvió un experimentador, un positivista, rompió con un lenguaje milenario y buscó el reconocimiento por los nuevos lenguajes que iban a interpretar el mundo, ayudando a comprenderlo e integrarse mejor en él.
Finalmente, los Impresionistas, ya inmersos en todas estas circunstancias, no acabaron de romper el lazo con los géneros tradicionales ni con el espacio heredado del Renacimiento. Propusieron un lenguaje que utilizaría el color (la aparición fotográfica fue en blanco y negro), la luz, los espacios libres, lo cotidiano y una rápida pincelada que provocará “impresiones”. Un lenguaje que debía aparecer en la obra como si ésta no estuviese acabada, acentuando el concepto de “impresión”, de movimiento, dinamismo y frescura, algo que el espectador, ejerciendo un rol activo, debería de acabar reconstruyendo e interpretando a través de su imaginación.
El Neoimpresionismo negará al impresionismo al intentar sistematizarlo, eliminando la frescura de la “instantánea” pictórica. Esto ejercerá una gran influencia en todas las corrientes abstractas al proponer una sistematización ordenada que determinará un estilo o movimiento bajo unas premisas y reglamentación, eso sí, de libre aplicación. Por otro lado, los posimpresionistas aportaron la captación no solo de la luz y el color, sino también de la expresividad de las figuras y de su iluminación, buscando una esencia latente tras la apariencia. Y ese nuevo aporte acabará por cerrar un primer capítulo para abrir un enorme desarrollo que iniciará el Expresionismo (tras los fauvistas y el cubismo que se quedaron en interpretaciones cromáticas y geométricas) al plantear también lo invisible, lo que suscitó un gran interés e influencia.
Los expresionistas ejercieron esa influencia reflejando expresiones de la angustia interior del hombre, avanzando ya las múltiples crisis que el ser humano iba a padecer en el s.XX.
Por último, los futuristas serán los grandes influenciadores del resto de “ismos”, concluyendo una transición de artes y de siglos.
La sinergia de la experiencia conservadora con la fuerza de la renovación, fue una de las grandes ausencias enriquecedoras en esa transición y donde las “impresiones” abrieron paso a las “expresiones” y éstas, a un mundo no-estético cuyo postulado radicó en el personalismo y en la libertad de expresión sumergida en la interpretación subjetiva de la realidad. En algunos casos acertada, en otros, relativa e irrevocablemente falaz y mediocre.
El entusiasmo de los primeros artistas de vanguardias en comenzar un nuevo mundo, libre de despotismos, miserias y sufrimientos, reinterpretando una realidad que junto al capital y la ciencia elevarían al hombre hasta el cenit de la civilización; ha quedado sepultado por el fracaso del s.XX. con sus fraudes, escepticismos y promesas incumplidas.
En la actualidad uno de los mayores deseos es evadirnos precisamente de esa realidad creada y heredada a partir de estos últimos siglos. Escapar por un instante de ella y de los mecanismos de sumisión, miedo, aceptación y narcotización que se han llegado a imponer para que creamos que nuestra realidad es la mejor que ha habido y podrá haber.
Casi un siglo y medio después, nuevamente aparece la necesidad de “transitar” de un paradigma a otro, la era digital y en especial la I.A. serán determinantes a favor y en contra de una posible nueva transición… ¿Será en esta ocasión el arte una herramienta definitiva para un cambio a mejor?.. ¿Para un mundo mejor?